Días de relax en Murcia. Aunque realmente no se puede llamar relax, digamos mejor "desconexión". Todo el mundo está desaparecido, pero mi vida sigue. La sensación es la misma que cuando vas en una cinta transportadora (de aeropuerto, por ejemplo), y vas dejando atrás a la gente que camina paralelamente a ti. Sí, es curioso ver cómo cada uno toma su camino, pero estos caminos siempre están conectados.
Estos días me limito a dar mis prácticas, ir a mis clases, y dejar tiempo para hacer otras cosillas con poca aportación personal. Me gusta comprobar cómo puedo hacer que la rutina sea algo más interesante; ya que tengo que estar aquí, disfrutémoslo.
Y todo esto viene a raíz de una anécdota que surgió ayer en mi clase de francés, con mi pintoresco profesor. El susodicho es todo un personaje: hombre de unos 55 años, alto, barriga prominente y redondeada, camisas de estampa (a saber dónde las compra) y lo que más me llama la atención, su cabeza, mejor dicho, su "pelo". Lo dejo entrecomillado porque la calva ocupa más del 50% de su cabeza, eso sí, está plenamente cubierta por un perfectamente repeinado mechón de pelo grasiento (uiss, lo siento, debí avisar con antelación sobre el impacto que podía causar esta descripción). Pero como ahora bien diría mi madre: "¿pero es simpático?". "Sí", pues ya está, eso es lo importante. El francés es un hombre afable, y el mejor profesor de idiomas que he tenido nunca, y ayer se le ocurrió preguntarme sobre qué esperaba yo de mi futuro, de mon avenir (mi porvenir). Esta pregunta abarcaba tres aspectos: el profesional, el amoroso y el artístico.
Creo que no hace falta decir cuál fue el que provocó más interés y más risas. De ahí es de donde viene lo de "petit cochon", aunque yo más bien diría "grand cochon".
Pero eso ahora da igual, me quedo con los buenos ratos que estoy pasando con mi profesora de prácticas (con los jaleos en las rotondas) y con mi profesor de francés, todo ayuda.
Estos días me limito a dar mis prácticas, ir a mis clases, y dejar tiempo para hacer otras cosillas con poca aportación personal. Me gusta comprobar cómo puedo hacer que la rutina sea algo más interesante; ya que tengo que estar aquí, disfrutémoslo.
Y todo esto viene a raíz de una anécdota que surgió ayer en mi clase de francés, con mi pintoresco profesor. El susodicho es todo un personaje: hombre de unos 55 años, alto, barriga prominente y redondeada, camisas de estampa (a saber dónde las compra) y lo que más me llama la atención, su cabeza, mejor dicho, su "pelo". Lo dejo entrecomillado porque la calva ocupa más del 50% de su cabeza, eso sí, está plenamente cubierta por un perfectamente repeinado mechón de pelo grasiento (uiss, lo siento, debí avisar con antelación sobre el impacto que podía causar esta descripción). Pero como ahora bien diría mi madre: "¿pero es simpático?". "Sí", pues ya está, eso es lo importante. El francés es un hombre afable, y el mejor profesor de idiomas que he tenido nunca, y ayer se le ocurrió preguntarme sobre qué esperaba yo de mi futuro, de mon avenir (mi porvenir). Esta pregunta abarcaba tres aspectos: el profesional, el amoroso y el artístico.
Creo que no hace falta decir cuál fue el que provocó más interés y más risas. De ahí es de donde viene lo de "petit cochon", aunque yo más bien diría "grand cochon".
Pero eso ahora da igual, me quedo con los buenos ratos que estoy pasando con mi profesora de prácticas (con los jaleos en las rotondas) y con mi profesor de francés, todo ayuda.