13 febrero 2008

El plan es que no hay plan

Es bien sabido que los planes improvisados son los mejores, y que nunca defraudan. El pasado sábado, antes de comer, un amigo me proponía un plan genial para la tarde, si no tenía nada que hacer, pero se negaba a contarme en que consistía, era sorpresa, dependía de mi atreverme o no. He de decir que tengo una cierta obsesión por tenerlo todo controlado y los planes bien atados, por tanto, este plan sorpresa me descolocaba bastante, y aunque pensé seriamente el rajarme, la curiosidad me pudo; además, era conocido, nada malo me podía pasar.
El caso es que allí estaba yo, sin saber a dónde iba, y sola, porque el susodicho no aparecía. Llegué a pensar que era una broma pesada, o que alguien me estaba observando escondido, riéndose de mi, la tensión hace estragos. Cuando por fin apareció echamos a andar, hasta que le pregunté que qué magnífico plan tenía preparado.
"Ah, no se, ¿te apetece ir al Carmen?".
Estado de shock momentáneo ante mi estupidez, pero me tuve que reír porque fue original, y consiguió mantenerme en vilo. Si es que la curiosidad...
Pero he de reconocer que me lo pasé realmente bien, que no había cámaras ocultas, y que fue agradable y espontáneo. Tendré que dejar el miedo a lo desconocido apartado por un tiempo.

No hay comentarios: